Las Ferias del Libro habían caído de mi gusto desde hacía varios años, pero con tiempo libre y varios autores que me interesan de su cartelera, decidí dejar de lado mis antiguas impresiones y me fui a la FIL del Palacio de Minería 2011 buscando escuchar un homenaje y una presentación de libro en dos días diferentes. El primer día, viernes 4 de marzo, mi primera sorpresa fue que cobraran, pero bueno, el precio no era exagerado ($15), de algún lado se tiene pagar a los jóvenes que están auxiliando a la gente, pidiéndoles que se formen o dando informes a quienes como yo les preguntaba por eventos y auditorios. El interior del Palacio de Minería era similar a una estación del metro en hora pico, se avanzaba y aunque con dificultades uno llegaba a donde quería, pero más por la inercia de la masa que por voluntad. Por supuesto, el aula 5 donde estaba el homenaje a Eusebio Ruvalcaba estaba llena y no pude entrar, estaba equivocadamente seguro que no habría tantos interesados y me di el lujo de llegar a las 18:10.
Al día siguiente la primera desilusión fue ver que la fila para las taquillas de la Feria daba la vuelta por Filomeno Mata y aun se prolongaba sobre 5 de Mayo; sin embargo, como contaba con dos horas de sobra (podemos cometer otros errores, pero no los mismos; diría alguien que siempre sabe lo que dice) decidí resignarme a hacer fila de 45 minutos y entrar a la Feria, de nuevo y con palabras de Chava Flores pensé: “un hormiguero no tiene tanto animal”: además de un mayor número de personas formadas, buscando, viendo, subiendo, bajando por salones y pasillos que realmente evocaban un hormiguero el calor era sofocante, la fila para la cafetería auguraba al menos 30 minutos para refrescarse con una botella de agua o regular la temperatura con un café. Para el evento que me interesaba no había aun nadie formado, pero para la presentación del nuevo libro de Rius (Casa de citas) la fila bajaba del segundo piso hasta la Planta Baja, aun con el ánimo flaqueando, pero positivo; me puse a recorrer la Feria que no ha cambiado y no es diferente a cualquier otra.
Me parece que aun, ferias como esta son buena oportunidad para encontrar editoriales nuevas con materiales frescos o comprar uno de los números especiales de PROCESO que ya no están en los puestos de periódicos, pero en cuanto a libros sigue siendo una tomadura de pelo, el precio ya no es más alto que en las librerías (como solía serlo en ediciones anteriores u otras ferias), pero supongo, con la entrada de la nueva Ley del Precio Único del Libro da lo mismo adquirirlo en la Feria que en el Sanborns o Gandhi.
Ya al borde del hartazgo me quedé parado en el entrepiso cerca de la Antigua Capilla donde se presentaría a las 16:00 el nuevo libro de Guillermo Fadanelli, Hotel DF; escuchando las pláticas de quienes pasaban reforcé la idea de que la Feria está sobresaturada, entre otras cosas, porque como pasa en los museos, los maestros de secundaria y bachillerato envían a sus alumnos con sendos cuestionarios y la misión expresa de conseguir el programa y conservar el boleto que compruebe su asistencia, por supuesto los jóvenes además de deambular como zombis no se interesan por otros libros que no sea la saga de Crepúsculo o las “Historias de aparecidos”, así que el noble propósito de los profes de acercar a la lectura a sus alumnos, es sólo una simulación bien aceptada por ambas partes y aprovechada por las grandes editoriales.
Con pocas posibilidades de seguir soportando aquello, decidí conocer a Fadanelli cualquier otro día que no se presentara en una Feria de Libro, los siento porque tampoco conoceré a Xavier Velasco que presentará mañana su nuevo libro Puedo explicarlo todo, que ya leí y no está nada mal.
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